miércoles, junio 08, 2005

¿Con quién puñetas crees que estás hablando?

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Taxi Driver simboliza la detonación cinematográfica por excelencia del dueto Scorsese-De Niro y nos muestra el paréntesis mental de Travis Bickle (el propio De Niro), un ex marine neoyorquino que, acuciado antes sus acentuados problemas de insomnio, decide hacer de taxista intentando mantenerse ocupado en sus desveladas y claustrofóbicas noches.Farmacoadicto, solitario y ya dentro de su profesión, al volante de su taxi, recorre hastiado las calles y los bajos fondos, ante lo que describe como: " (…) Bichos de todas clases: furcias, macarras, maleantes, maricas, lesbianas, drogadictos, traficantes de drogas. Tipos raros. "

El guión de la cinta fue escrito por Paul Schrader, en un proceso de inspiración que, debido a su naturaleza, se podría describir como sumamente estimulador: una profunda depresión previa ruptura matrimonial y ulterior proceso alcohólico que lo sugestionó a idear al maniático Travis Bickle. A colación de esto e interpelado sobre su musa, Shrader definió, tiempo atrás, sus intenciones con una cita propia que dejaba bien claro el arquetipo de espécimen escudriñando para este papel: "Cuando un japonés se venga abajo, cerrará la ventana y se matará; cuando un (norte) americano se venga abajo, abrirá la ventana y matará a algún otro."

Al respecto de la singular profesión del protagonista, procedente “per se”, la sapiencia popular define a diversos gremios en un registro de proto-científicos sociales. Me explico: Un taxista, un peluquero, un limpiabotas, generalmente son tildados como individuos que cuentan con información clasificada y una capacidad pasmosa de lectura urbana. Psicosociólogos sin título en toda regla. Aquí nos encontramos ante un sujeto como Bickle que representa y posee esa viveza, pero en su ámbito más negativo, no una locura benévola como la que nos enseña Mel Gibson en “Conspiración”; en este caso, todo lo contrario: un tipo que divaga en esa sociedad, que forma parte de esta, pero que al unísono está totalmente incomunicado para con ella. La odia: "Algún día llegará una verdadera lluvia que limpiará las calles de esta escoria", sin embargo, equivalentemente balbucea pequeñas ráfagas de empatía: "No creo que uno deba consagrar su vida al cuidado de uno mismo. Pienso que también debe darse uno a los demás" y por ende, hace intentos vanos en integrarse a dicha sociedad como un antídoto a su recalcitrante soledad: una cita con una hermosa chica, a la cual ha sublimado, la bella Betsy (Cybill Shepherd), que lo rechaza por el errado destino de su primera cita: un cine porno. Sentimientos topados, ambivalencias y contradicciones: su adicción a la causa del candidato Palantine para luego aborrecerlo e intentarlo asesinar o, por mencionar otro ejemplo, su rechazo a la prostitución cuando vive en un mundo desbordadamente pornográfico.

El director Martin Scorsese demuestra, una vez más en este film, sus sobresalientes dotes como rector de las emociones del espectador. Con una larga trayectoria compendiada en destacados filmes como “Malas Calles” (Mean Streets, 1972); “Toro Salvaje” (Raging Bull, 1980); “El rey de la comedia” (The King of comedy, 1983); “La edad de la inocencia” (The age of innocence, 1993); “El cabo del miedo” (Cape Fear, 1991 ); “Casino” (1995) o la más reciente “Gansters de Nueva York” (Gangs of New York, 2002); Scorsese vuelve a mostrar un llamativo talento que lo convierten en un excitante director. Digno de destacar en su maniobrar es lo que él denomina “el punto de vista del sacerdote”: un enfoque del plano en picado, en una toma arriba-abajo que busca parangonar el plano de la cámara con la visión que tiene un sacerdote cuando se dirige a los suyos desde el púlpito. Si tenemos en cuenta la fallida vocación juvenil del aludido director como clérigo, y su ingreso en el seminario de su natal barrio de “Little Italy”, en New York, podremos intuir que este extraño bautizo “camarotécnico” no sea resultado de la casualidad. El ejemplo más claro para explicar esta técnica se observa en la escena post-masacre final, en un plano que recorre todo el estropicio sucedido en la habitación.

Determinadas escenas, por su significado capital y su brillantez dentro de la trama, merecen ser recalcadas. El inicio del film, y el trato que el director de fotografía Michael Chapman otorga al Taxi, entre el vapor y la nebulosa propia de la noche y bajo acordes con sabor a sórdido Jazz, recrean una perspectiva diáfana del contexto donde se va cortar el pastel. Un taciturno y algo más relajado Travis, que no discrima barrios ni clientes; sea el Bronx, Brooklyn, Harlem o pasajeros puertorriqueños y que se extravía en los diálogos banales de sus colegas; versus un alienado Bickle, que tras ser rechazado, muta dieta, hipertrofia sus músculos y se entrena en la pericia para desenfundar el revolver; todo ello con la consigna de ser: "Un hombre que va a cortar por lo sano" Asimismo, mucho se ha hablado acerca del ocaso del film y de la realidad o ficción de las escenas finales con los recortes de prensa en la pared donde los padres de la meretriz salvada agradecen a Travis su heroicidad, así como la carrera última de Betsy dentro de su Taxi.

Uno de los dispositivos en los que descansa el éxito de este tipo de obras es la atracción sobrehumana que crea en cualquier mortal de a píe la persuasión hacía lo moralmente prohibido, lo extraño, lo ilegal o como en este caso hacia las prácticas más descarriadas y enajenadas. Es aterrador siquiera especular sobre la existencia de un prójimo como Travis Bickle. Un engendro de la mecánica, compleja y estresante macrosociedad. Su neurológico vagabundear concierta con lo que podría ser un diagnóstico de libro de aquello que Bleuler y Kraepelin bautizaron y describieron como Esquizofrenia a principios del siglo XX; o como una nota de campo generada a partir de una tesis “durkheimiana” sobre la anomia y el suicidio: una alienación en toda regla. Por estas razones se podría deducir si el concepto de falta de sueño (siempre asociado a estas patologías) que detenta Travis en la filmación es una práctica premeditada del director.

Para darle lustre y credibilidad a algo tan complejo como lo narrado, era previsible que en todas las apuestas se barajara un mismo nombre. El niño de los ojos de Martin: De Niro, y este como no podía ser de otra forma estuvo a la altura. Si hay dos elementos que concretan el talento de éste actor son en primer lugar, su destreza camaleónica, y en segundo término, su excelencia interpretativa para dar vida a locos, descarriados, mafiosos o tipos duros. Lo vimos engordar 20 kilos caracterizando al boxeador Jake La Motta; ¿quién no recuerda su entrada en acción en “El cabo del miedo”, con cu cuerpo congestionado, supramusculado y tatuado, realizando una serie de fondos en las barras paralelas?, y aquí, igualmente, preparó el personaje a conciencia: obtuvo una licencia de taxista para meterse de lleno en la dermis de aquel. Asimismo, Scorsese le permitió a su pupilo alguna licencia. El afeitado, a modo de mohicano, pre-fallido atentado o sus diatribas desafiantes mientras realiza sombra ante el espejo son dos de los elementos sugeridos por De Niro durante el rodaje. Para el papel de la prostituta Iris, Scorsese se fijó, incluso contra la presión procedente de los círculos más conservadores, en una jovencísima Jodie Foster. Buscando evitar problemas acordó con la progenitora de la actriz, el que esta no iba a rodar ningún acto morboso.

Como explosiva filmación, Taxi Driver contó en su época con el beneplácito de espectadores y analistas, sin embargo ello no es óbice para remarcar que donde muchos vislumbraron una obra para la historia del séptimo arte, otros simplemente otean la grafía de un neurótico frustrado o una composición, caldo de cultivo para alimentar las más oscura y suicidas perversiones humanas. Para prueba un botón: tiempo después de su emisión, un desequilibrado con un “modus operandi” similar al seguido por Travis Bickle en este film, y buscando impresionar a Jodie Foster, intentó atentar contra el presidente Ronald Reagan. Durante el proceso de interrogación policial, John Hinckley, que así se llamaba el fanático, blasfemó: " ¿Taxi Driver? La he visto 20 veces" En descargo de De Niro, Scorsese o el propio Schrader señalar que, en ocasiones, ver 20 veces un film, sea cual sea, puede conllevar comportamientos neurasténicos. Por si acaso, veamos Taxi Driver solo 19 veces.

Título: Taxi Driver (1976) País: EEUU (Bill/Phillips, Columbia, Italo/Judeo) Idioma: Inglés Duración: 113 minutos Dirección: Martin Scorsese Producción: Julia Phillips, Michael Phillips Guión: Paul Schrader Fotografía: Michael Chapman Música: Bernard Herrmann Intérpretes: Robert De Niro (Travis Bickle), Cybill Shepherd (Betsy), Peter Boyle (El mago), Jodie Foster (Iris), Harvey Keitel (Sport), Leonard Harris (senador Palantine), Albert Brooks (Tom) Nominaciones al Oscar: Michael Phillips, Julia Phillips (mejor película), Robert De Niro (actor), Jodie Foster (actriz de reparto), Bernard Herrmannn (banda sonora) Festival de Cannes: Martin Scorsese (Palma de Oro)

1 comentario:

Male dijo...

Te corroboro a píes juntillas. Un saludo Domingo.