sábado, abril 30, 2005

Una farmacia ambulante

Hey baby, can’t you believe? I’m a natural man. These muscles are natural training. Steroids? The steroids are a bad game, jejeje. Welcome bodybuilding and the beaten of protein! You can believe child, Jejeje.

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jueves, abril 14, 2005

Red ¿Puedes conseguirme a Rita Hayworth?

Cadena Perpetua (The Shawshank Redemption, 1994)

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“Cadena perpetua” es la adaptación a la gran pantalla de la novela “Rita Hayworth y la redención de Shawshank”, nacida bajo la pluma del escritor Stephen King y adaptada a la gran pantalla por Frank Darabont. La película es una obra penetrante, profunda y cautivadora que cuenta el ingreso, la vida y la fuga en un centro penitenciario de Andy Dusfrene (Tim Robbins), un joven banquero condenado injustamente a dos cadenas perpetuas por el asesinato de su mujer y el amante de esta.
La cinta supone un punto y aparte en el repertorio cinematográfico de Darabont, autor de títulos como “The majestic” o “La milla verde”. Darabont, en esta ocasión, aúna diferentes méritos: cuenta y adapta, de manera magistral, una historia entretenida que capta, de principio a fin, la atención del espectador. Asimismo, manifiesta un talento singular para reclutar la sensibilidad de aquel, pues equilibra de manera solemne planos grandilocuentes, relajantes acordes y la dureza recia de las vivencias que se suceden en un correccional. En este sentido hibrida muy admirablemente los elementos reseñados; aventuro que este metódico operar no es fruto de la casualidad, a las pruebas me remito: en primer lugar, la elección, atinadísima, de esta novela de King; en segundo lugar, su respeto agobiante en la adaptación al susodicho relato original; en tercer lugar, su proselitismo a las tomas aéreas (presentación del complejo carcelario-primera entrada de Andy a éste) y por último, el dominio espectacular del “timing” de la cinta, suave y dócil, recreando en el espectador un efecto de aflicción congruente con la monotonía, la sordidez, y la desazón de pasar una vida entre rejas.
La trama se inicia con el juicio y condena a Andy y su ulterior ingreso en la cárcel de Shawshank. En un principio su relación con el resto de presidiarios es nula, con fama de “esnob”, extraño, solitario, recogiendo piedras en el patio y cayendo en gracia a “las hermanas”, violento grupo de presos con tendencia a la sodomía, el destino que le aguarda no parece demasiado halagüeño. Sin embargo, Andy comienza a manejar el operar carcelario al hacer buenas migas con Red (Morgan Freeman), un veterano preso negro que mueve los hilos del contrabando en el interior del recinto y que consigue a Andy cosas tan banales (a la par que importantes en la evolución de la narración) como fotogramas de actrices y un sutil martillo de granito. Igualmente, su buena mano para la administración, por su antigua profesión de banquero, le hace ganarse el favor del, religioso a la vez que corrupto, alcaide Norton (Bob Gunton) y del malencarado capitán Hadley (Clancy Brown), a quienes comienza a ordenar, de modo fraudulento, sus documentos de renta tributaria.
En el elenco interpretativo varios son los elementos a destacar. Primeramente, las actuaciones de Freeman y Robins, muy acertadas: tremendamente laudables. Robins genial, mostrando un físico desgarbado, desaliñado y por momentos afligido, pero manteniendo un hado de superioridad, de integridad espiritual ante la virulencia del contexto y el mantenimiento pertinaz de su aspiración a la libertad. Freeman, a la par, sublime, monopolizando durante casi todo el film la narración del mismo. Igualmente acertados están Bob Gunton y Clancy Brown dando un “peritia et doctrina” en como se debe interpretar a un alcaide y un celador tiranos y déspotas.
En el ámbito escenográfico, la sucesión de inolvidables tomas es un hecho patente. La ya aludida presentación, plano aéreo, de la cárcel y la entrada de Andy en su interior, con una visión desde el suelo en esta última, con un apoyo musical conmovedor en ambas es fascinante. O cuando Andy, consigue, luego de una dura jornada de trabajo, tres cervezas a cada uno de sus compañeros con un emotivo discurso final de Red: "Nos sentamos a beber con el sol en la espalda y nos sentimos como hombres libres", que vuelven a trasladar al público desde la butaca hasta el bálsamo que supone una helada cerveza Pilsen tras un duro día de trabajo. En el mismo registro, a qué mortal no se le conmovió el corazón durante la salida de la cárcel, el miedo al exterior, la inadaptación a éste y posterior suicidio (la única vez de la cinta en que la narración no corre a cargo de Red) del viejo preso Brooks (James Whitmore). Otra toma digna de reseñar se produce en el Midpoint de la película, cuando Andy aprovecha la salida del guardia que lo vigila para cerrarse en el despacho y poner música clásica por los altavoces del recinto; la toma en ascenso, de todos los reclusos ensimismados en el patio escuchando la melodía, hasta focalizar la parte posterior del megáfono es inenarrable. El remate a tanta sensibilidad, cámara en mano, llega en la fuga de Andy, nuevamente toma aérea, tras alcanzar la libertad, brazos en cruz, cervical doblada con ojos cerrados y mirada dirección al cielo, bajo la luz de los truenos y el furor de la lluvia en una noche tremebunda, suponen el colofón a tanto dechado creativo.
La película, reúne, como no podía ser de otra manera, los elementos más tradicionales del género carcelario, dígase: presos veteranos que apuestan sus cigarrillos sobre los novatos que llegan; el riguroso y espartano manguerazo inicial dado a los mismos, con desinfectante incluido; las palizas e indemnes asesinatos en el interior del complejo; el estereotipo de alcaide, guarda o celador opresor; la típica habitación denominada el agujero negro: dónde se aposenta a aquellos rebeldes convictos; amén de los clichés y lugares comunes propios de cualquier jerga o tertulia entre presos: <<¿Cuánto tiempo llevas? ¿Cuánto te cayó? ¿Lo hiciste? No, mí abogado la jodió>> que aglutinan los ingredientes característicos del género, eso sí, reposando bajo los elementos indispensables del conflicto que generalmente conlleva una cárcel, la falta de libertad y la posible fuga: un tipo frío, inteligente, de gélido nervios que tras un arduo y minucioso trabajo escapa en una noche lluviosa.
En síntesis, auguro a Cadena perpetua con respeto a la historia cinematográfica futura, por su fabulosa dirección, trama e interpretación, un deambular similar al que ha tenido desde su estreno. Un film interesante, que llegó sin hacer mucho ruido, y que poco a poco fue ganando adeptos y “buena prensa” hasta forjar lo que es hoy: una gran obra, un clásico, del cine de los 90`
Título: Cadena Perpetua, The Shawshank Redemption País: EEUU (Castle Rock, Columbia) Idioma: inglés Duración: 142 minutos Dirección: Frank Darabont Producción: Nicki Marvin Guión: Frank Darabont, basado en el relato “Rita Hayworth y la redención de Shawshank” de Stephen King Fotografía: Roger Deakins Música: Doris Fisher, Thomas Newman, Allan Roberts Interpretes: Tim Robbins, Morgan Freeman, Bob Gunton, William Sadler, Clancy Brown, Gil Bellows, Mark Rolston, James Whitmore, Jeffrey DeMunn, Larry Brandenburg, Neil Giuntoli, Brian Libby, David Proval, Joseph Ragno, Jude Ciccolella

viernes, abril 08, 2005

¡Fluoxetina por favor!

Cabeza Borradora (Eraserhead, 1977)

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Film de corte esquizoide, “Cabeza Borradora” se adentra en el cosmos de la paranoia más absoluta. Los análisis, tanto de profanos como de peritos, conllevan a polemizar acerca de la ilógica (o no) trama totalmente carente de sentido de esta obra; si uno se remite al desarrollo en sí de la cinta mantener lo contrario roza la utopía. El comienzo perturbador de la historia nos pone en la pista de lo que será la tónica del film: el rostro del protagonista Henry Spencer (Jack Nance) semi-invertido oscilando ligeramente, con una especie de planeta irregular tras su nuca, y un ser extraño que mira a través de un ventana y acciona palancas, parecen simbolizar los recovecos de un cerebro alterado, a ello se suma un gusano, con forma de sistema nervioso (encéfalo y médula) que cae en el fondo del charco, aspectos que detentan un devenir asfixiante para el latido del espectador.
Gestado en blanco y negro, “Cabeza borradora” fue el primer largometraje de David Lynch, realizado en 1977 tras cinco años de arduo trabajo. La psicología desquiciada y delirante del mismo no vaticinaba una gran acogida, sin embargo, su mismo trasfondo abstracto lo convirtió en film de culto y a su director le permitió sentar las bases para forjar lo que ha sido su posterior currículo de vida, caracterizado por su cine transgresor, obcecado en la grafía de la demencia más recalcitrante y del surrealismo más “dalinesco”. Diversos nominaciones al Óscar al mejor director o éxitos en series de televisión ponen nota a este incalificable sujeto cuando se ubica tras una cámara: “El hombre elefante” (1980), “Dune” (1988), “Corazón Salvaje” (1990), la televisiva Twin Peaks” (1992), “Carretera Perdida” (1997) y “Mulholland Drive” (2001), entre otras, son ejemplo de ello.
Al ya reseñado inicio, el protagonista, con su peculiar imagen (traje negro ajustado, camisa blanca, bolígrafos en un bolsillo) y característico corte de pelo (cabello apelmazado e ingrávido) divaga por una lúgubre y deprimente zona industrial, tras llegar a su hostal, su vecina (Judith Anna Roberts) le advierte que su novia Mary (Charlotte Stewart) lo anda buscando. Tras llegar a la casa de esta y ser invitado a cenar, durante la esperpéntica estancia, conoce la noticia de que ha sido padre de un bebé prematuro, deforme e inhumano, el cuál se encuentra aún en el hospital. Tras decidir vivir juntos con su pequeño, un híbrido entre un reptil, un gusano y un ternero, emprenden a ocurrir las andanzas mentales más absurdas en las neuronas de nuestro “protagonista”: una fantasía con una mujer rubia (Laurel Near), de mejillas deformadas que baila sobre un escenario, una aventura con su vecina (Judith Anna Roberts), u otra donde termina observando como su cabeza es destornillada y sustituida por la de su vástago, y como aquella (su testa) acaba en una fábrica siendo utilizada como goma de borra para lápices.
El ocaso de la película llega con una escena un tanto escatológica: Henry desesperado corta las vendas que suturan el diminuto y amorfo cuerpo de su pequeño mientras este sufre. Las susodichas se separan y se observa una anatomía excrementosa. A continuación, su padre le inflige la muerte al pinchar en lo que parece adivinarse como uno de los pulmones de la criatura… una erupción de espuma, una música cortante y un centellear de luces, cortocircuitos en una situación supra-febril, donde la sesera de su hijo crece abrumadoramente hasta un cegador brillo de luz y el encuentro con la bailarina “desmofletada” de sus sueños que ponen fin a la pesadilla.
En síntesis, una oda a la Esquizofrenia más inconexa e irremediable, ambientada en un decrépito ambiente fabril, aderezada con una electrizante música ensamblada en un luces y sombras continuo (un marco hipertensor muy en la línea de la “Metrópolis” de Fritz Lang) que invitan al espectador a asistir a la butaca del cine con el blister de Prozac en la mano y a ser consciente por su propio bien de que el cine, realmente, es pura ficción.
Título: Cabeza Borradora (Eraserhead) País: EEUU Duración: 90 minutos Dirección: David Lynch Producción: David Lynch Guión: David Lynch Fotografía: Herbert Cardwell, Frederick Eles Música: Peter Ivers, David Lynch Música adaptada: Fats Waller Interpretes: Jack Nance, Charlotte Stewart, Allen Joseph, Jeanne Bates, Judith Anna Roberts, Laurel Near, V. Phillips-Wilson. Jack Fisk, Jean Lange, Thomas Coulson, Jonh Monezz, Darwin Joston, Neil Moran, Hal Landon Jr., Brad Keeler.