lunes, diciembre 08, 2008

¿Pájara?, ¿tongo? O simplemente, el final de una época...

Francamente, el tipo que peleó con Pacquiao antiernoche era una muerto. Sin más. Desde la perspectiva personal e intransferible de cada uno se le pueden achacar, criticar o demeritar muchas cosas a la carrera de De la hoya pero lo que no se puede poner en duda es su calidad, méritos y savoir faire sobre el ring. Hubo un momento en su carrera en el que simplemente fue un BOXEADOR PERFECTO. Mayúsculo. Bajo mi humilde punto de vista, el De la hoya que peleó la primera riña con Julio César Chávez (no la segunda) era un prodigio de condiciones y preparación. Sí, sí, el lapso que trascurre entre 1996-1997 avizoramos a un guerrero excepcional: Fino, atlético, valiente, centelleante, anaeróbico, demoledor y con la capacidad de pelear en todas y cada una de las maneras que recoge el vademecum pugilístico: llevando la voz cantante, a la contra, reculando y golpeando. Y para entonces no se cansaba. Seamos honesto, entonces, un llavero se hubiera hecho con el bueno de Pacman. Sea como fuere todo lo sucedido es normal y tiene una explicación, es incompatible cumplir años, ser un hombre de negocios, llevar una vida disoluta en lo concerniente al entreno y querer ser boxeador profesional. No puedes estar 10 meses haciendo una vida sedentaria al uso y querer convertirte en un par de meses en Supermán. Y eso repetido año tras año conlleva que sucedan cosas como la de la pasada noche. Hopkins es Hopkins, no exclusivamente porque la madre naturaleza lo dotó con los genes óptimos para la práctica del más rudo de los deportes, no. 365 días tiene un año. 10 (años) una década. ¿A cuántos entrenos habrá faltado Óscar y a cuántos El verdugo en los dos últimos lustros? Puede que ahí éste una de las respuesta a tan vergonzante rendimiento.

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